YO NO DUERMO CON CUALQUIERA


Dormir, para mí, es una actividad de profunda importancia que determina si tendré un buen o un mal día. Por eso, compartir mi cama con alguien, no es uno de mis planes favoritos. Es más fácil acostarme con alguien, pero no dormir con esa persona.

Para mí, dormir es estar completamente vulnerable. Es como entregar las llaves de mi casa, y la verdad es que soy muy cuidadoso con mis llaves; no ando repartiéndolas a diestra y siniestra.

Además, nada garantiza que esa persona que puede producirte placer, al dormir no pueda producirte miedo algún sonido de sierra eléctrica que podrían salir del fondo de su pecho.

Y ¿Qué me dicen de esas personas que no juegan nada de fútbol, pero mueven los pies dormidos como si estuvieran en medio de un partido? Me ha pasado, y no me gusta que me pateen en mi propia cama. Saber con quién dormir es un partido que uno debe saber escoger.

Llevo casi una década durmiendo en una cama doble. Mi cuerpo está programado para dormir en diagonal, sabe acomodarse estratégicamente entre las almohadas y sepultarse entre ellas. Dormir con alguien significa dar en arriendo un pedazo de terreno sin asegurarse de que termine descansando en paz.

Además, existe otro aspecto que pocos admiten, pero si usted es como yo, sabe que es real: la ropa de dormir.

Mientras que en Instagram todos parecen posar con pijamas de satén y batas largas, en la vida real, la comodidad es la clave, no siempre la estética. Todos tenemos una camiseta o una pantaloneta al menos, suavecita, con cuello flojito, que puede tener uno que otro huequito, con la que uno no suda pero sí calienta, con la que se duerme delicioso. Pero con la que, obvio, uno no se deja ver.

Compartir cama no es solo compartir espacio. Es compartir humores y temperaturas, y adaptarse a eso no es fácil. No es confortable dormir con alguien con los pies helados, y al menos para mí, es imposible dormir en una cama caliente. Una cama recalentada para mí es como nadar en una piscina tibia. Me despierta sospechas y, en el fondo, me da asco.

Ah, y que no se nos olvide lo difícil que es conciliar el sueño. Yo no puedo ser del tipo "vamos a dormir juntos y apagar las luces". No, yo tengo que esperar hasta que mi última neurona se rinde antes de siquiera considerar acostarme. De lo contrario, he pasado horas mirando el techo intentando respetar el sueño ajeno, esperando que me contagie. Y no pasa.

Así que, al menos yo no ando dando ese paso con mucha frecuencia. Es más, muchas veces he tenido que hacer lo que toca en la cama y luego cada uno para su casa. De esta manera, la otra persona puede dormir, yo puedo dormir y evitamos una de las cosas que peor humor me pone, aparte de estar mal comido: estar mal dormido.

Mat

Post a Comment