CUANDO UN AMOR DEJA DE SER PLATONICO



Hace mucho tiempo, lo suficiente como para no tener claro cuándo fue, viví una experiencia sobrenatural. La persona que era mi amor platónico, y a la que deseaba profundamente, me llamó una noche ramdom y me invitó a una fiesta en uno de los bares más populares de la ciudad. Después de una noche llena de besos y miradas coquetas, me sentí como si estuviera viviendo un sueño. Un sueño que no terminó porque, como dicen, "una cosa llevó a la otra", y así tuvimos comida, desayuno e incluso almuerzo. La ilusión de mi amor platónico se convirtió en una realidad tangible, hasta que...

Pero, como suele ocurrir en mi vida, las cosas tomaron un giro inesperado. Cuando nos despedimos después del almuerzo, mencionó que nos veríamos más tarde, y así fue. Llegó más tarde a mi casa, me dio un beso en la mejilla y me dijo que quería dormir. Sin más, se dio media vuelta y se acostó al otro lado de mi cama.

Así, sin más. La noche anterior parecíamos un par de amantes sedientos de pasión, y 24 horas después, éramos como un matrimonio de muchos años al que ni siquiera le apetecía darse un besito de buenas noches. Me incomodó, pero era mi amor platónico, así que no había mucho más que pudiera hacer aparte de escucharle roncar toda la noche.

Al día siguiente, se despertó, me agradeció por prestarle la mitad de mi cama y se fue. Pasé de ser su amante a ser el arrendador de la cama sin remuneración alguna. Tres días después, reapareció y me dijo que lo mejor era que nos alejáramos y nos diéramos un tiempo. ¿Qué quería decir con eso? ¿Un reloj de Navidad o simplemente mandarme a volar con sutileza? ¿Tiempo de qué, si durante lo que compartimos, la mitad de esas horas estuvo durmiendo?

La verdad, no lo entendí, así que le pedí una explicación que, no debí haber pedido. No éramos nada. Solo me dijo que con el tiempo me explicaría por qué las cosas ocurrieron de esa manera. Así que decidí olvidar que por un breve momento tuve a mi amor platónico en mi cama.

Cuatro Doritos después, mejor conocido como una semana después, la explicación llegó por sí sola. Había terminado con su novio, y yo fui la solución para superar esa situación, además de la pensión gratuita donde se hospedó mientras resolvía su vida.

Entonces, la corona dorada de mi amor platónico se cayó, y humanicé a alguien a quien pensé que era un ser humano hecho perfección. Por eso prefiero no idealizar demasiado a las personas que aparentemente son espectaculares. No siempre es agradable descubrir que la persona que admirabas no es más que una decepción en la cruda realidad. Aprendí que prefiero mantener mis ilusiones a enfrentarme a una cruda verdad. Así que, si tienes amores platónicos, déjalos allí, en el reino de la fantasía. Y si estás a punto de idealizar a alguien, piénsalo dos veces, no vaya a ser que tú mismo tengas que ser el que quites la corona.

Mat

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